
La deshidratación es una pérdida de líquidos corporales. Esta pérdida origina una alteración de las funciones de las células, de forma que una deshidratación grave es una situación urgente a la que hay que poner remedio y por desgracia es una causa importante de mortalidad infantil en países en vías de desarrollo. La pérdida de líquido se cuantifica proporcionalmente al peso corporal, y el tanto por ciento de pérdida de peso es lo que permite clasificar una deshidratación en leve, moderada o grave. Teniendo en cuenta el menor peso de los niños, es fácil comprender que se deshidratan con mayor probabilidad. Y entre los niños suele ser más común entre los lactantes y los niños más pequeños. Primero por el menor volumen corporal y segundo porque dependen del adulto para la ingesta de líquidos. En los niños más mayores y en los adultos por lo general el mecanismo de la sed nos protege de la deshidratación.
La deshidratación acaba siendo un desequilibrio entre las entradas y las salidas de líquidos. Cuando aumentan las pérdidas de líquidos como ocurre en las diarreas o cuando disminuyen las entradas, es cuando se produce.
En las gastroenteritis el mecanismo de desequilibrio puede ser doble: por un lado la diarrea hace perder agua y por otro lado, cuando existe el vómito, aunque éste hace perder muchísimo menos líquido que la diarrea, nos pone en dificultades para utilizar la vía oral -que es la fisiológica- como vía para hidratar.
Otro factor a considerar, aunque esto ya es más «técnico» es que no todas las deshidrataciones son iguales. Lo más habitual es que al perder agua corporal se pierdan proporcionalmente sales minerales (se toma como referencia el ión Sodio). Sin embargo en ocasiones se pierde más agua que sal o al revés, se pierde más sal que agua. Estas deshidrataciones más desequilibradas son algo más delicadas, tanto porque pueden ser más expresivas -y más graves- como por la corrección con sueros un poco más a medida.
Como la deshidratación es un diagnóstico clínico -y esto quiere decir que no se necesita un análisis para decir que un niño está deshidratado, basta con evaluar datos de la entrevista y de la exploración, el análisis lo que muestra es la repercusión metabólica y da datos sobre el tipo de suero a administrar- os daré algunas pistas para reconocer estos signos y síntomas en los niños. Un niño deshidratado:
– Suele estar muy apático e hipoactivo
– Deja de hacer diuresis o la hace muy escasamente (para ahorrar en la eliminación de líquidos)
– Tiene las mucosas secas. Si se toma como referencia la boca, se le ve la boca seca y pastosa
– Tiene los ojos hundidos y cuando llora lo hace sin lágrimas
– En casos más severos, la piel también se queda seca y al pellizcarla deja un pliegue en la piel (se conoce como «signo del pliegue»)
Ante las pérdidas de líquidos hay que intentar reponerlos. Hay que recordar que el mecanismo de la sed suele ser muy poderoso. En líneas generales, un niño que no quiere beber, o bien está correctamente hidratado y no lo necesita o ya está muy deshidratado. En el caso de las diarreas, y de forma orientativa habría que administrar 10 ml por kilo de peso de líquido (suero de rehidratación oral de forma electiva) por cada diarrea. Es decir, a un niño de 10 kg, habría que ofrecerle aproximadamente 100 ml de suero tras cada diarrea. Y entre medio seguir alimentándole e hidratándole de la forma más cercana a la normalidad. Con 4-5 diarreas al día o menos, es posible aunque no es habitual que los niños se deshidraten. No obstante, ante la duda sobre el estado de hidratación, no está de más consultar al pediatra.
Un post muy útil a guardar.
Gracias.
Marta
Gracias por este post tan instructivo. Todavía no me he encontrado en este caso, sin embargo me parece muy útil para todos los que tenemos niños pequeños.
gracias por la informacion, me la guardo