
En las guardias, me siento en un estado de tensión contínua. El hecho de ser responsable de forma directa o indirecta de todos los pacientes que desfilan por el servicio y de los que están hospitalizados hace que mi nivel adrenérgico no baje durante muchas horas. Y eso aumenta el cansancio posterior a la guardia. Aunque siempre me han dicho que transmito seguridad y calma aún en los momentos de estrés intensos, la procesión va por dentro.
Me pongo nerviosa por la espera y también por pensar que entre la avalancha algo se nos puede escapar. Esto último es lo que más me acongoja. Y eso que estamos mejor que hace años, pues los pacientes pasan por triaje.
Es lógico que contra más niños hay por visitar más rápido acabas yendo, justamente para no hacer esperar. Justo estos días con algunos compañeros comentábamos que tenemos que seguir haciendo las cosas bien a pesar del aumento del volumen asistencial, detectar lo detectable, hacer los informes correctamente y dar las explicaciones que sean necesarias. Pero es verdad que el tiempo apremia. Y yendo más rápido es más fácil equivocarse. Si lo pienso, me da miedo.
También la percepción de las familias suele ser peor, quizá piensan que no les dedicas el tiempo necesario. Esto es más evidente en consultas por problemas banales. Otros entienden perfectamente cómo está el patio y se apresuran en explicar sus problemas, en desvestir y vestir a los niños a la velocidad de la luz…
La espera es incómoda para todos: los que están en la sala de espera, los que estamos trabajando, los que se quejan, los que recibimos las quejas. Pero la espera es inevitable cuando muchos pacientes consultan a la misma vez, por muchos médicos y enfermeras que estemos trabajando en ese momento. A veces ya no es sólo una cuestión de personal, también de espacio físico donde hacer el trabajo y también de los recursos que necesite cada paciente.
Comes en cinco minutos, vas al lavabo cuando la vejiga ya no da para más. Aún así algunas personas te miran mal cuando paras un breve instante para cubrir estas necesidades básicas. Suerte que en mi hospital, las guardias de 24 horas pasaron a la historia hace muchos años. Trabajar 24 horas a ese ritmo sería inaguantable.
Afortunadamente en breve tendremos de nuevo aquí la primavera (perdonad, pero necesitaba una mentira piadosa).
Pero por favor, no se pongan en huelga como otros sectores 😉
Mucho ánimo, como bien dices ¡la primavera está a la vuelta de la esquina!
Un abrazo,
SIONA
Jajaja…
hoy he ido al pediatra (visita de 6 meses del enano) y me he despedido como siempre, con un "muchas gracias, doctor". Y el pediatra me ha mirado, se ha reido sorprendido, y me ha parecido (por como estaba la sala de espera) que he sido la primera en no quejarme. 🙂
Yo, que voy por la SS, creo que TODO está fatal, pero precisamente los pediatras y enfermeras son los que peor lo pasan! Si a mi ya me estressa pasar 40 minutos en la sala de espera, no me imagino trabajar todo el dia allí…
.m no sabes la alegria inmensa que te da cuando una mamá o papá te agradece la atención! es tan raro!
¿Que en tu hospital no hay guardias de 24 horas? Ahora mismo hago las maletas y emigro, niña, cada vez que tengo guardia estoy las 24 horas precedentes con diarrea y muy malas pulgas porque me voy a la Puerta Infernal donde todos los pacientes esperan ser tocados por manos santas y salir de allí curados…
Hace unas cuantas guardias decidí que no iba a agobiarme más ni correr más, ya que de los nervios omitía detalles simples que luego retrasaban el diagnóstico al tener que reexplorar, reinterrogar o ampliar pruebas, así que de eso nada, a trabajar a buen ritmo pero sin pausa.