Al día siguiente del último día de andanzas nocturnas «made in Irene» que les expliqué ayer, todos íbamos con un poco de sueño. Los adultos, más o menos acostumbrados, seguimos haciendo nuestra vida normal aunque tengamos sueño. Todo nos puede parecer más pesado y largo y tenemos ganas de llegar a casa de nuevo, podemos estar un poco más irascibles o huraños pero puede que no se nos note en absoluto. En cambio un niño sin dormir adecuadamente es insoportable (por lo menos las mías).
La pequeña Irene salió de la guardería a las 12. Cuando llegamos a casa, comida preparada….llegó el momento de la sucesión de hechos siguiente: «Tengo dos años……me muero de sueño……no sé lo que quiero……. toca gran rabieta». Cuando ya es el momento de ponerse a comer, se sienta en su mesita a pintar…Le digo amablemente «Vamos a comer» y acto seguido la subo a la trona. Se resiste a la trona, empieza a llorar y a gritar. Cuando se calma un poco le pongo el babero, que se quita con gran enfado. Cuando se vuelve a calmar (falsamente) le pongo el plato de crema de verdura que a los 2 segundos está en el suelo derramado. Vuelve a llorar con todas sus fuerzas. La bajo de la trona y entonces no quiere bajar de la trona y se vuelve a subir. Cuando la voy a sujetar con los arneses entonces se quiere bajar. Sube y baja, baja y sube….. «¿Irene quieres ir a dormir?» Y entonces se va a su cama y se tumba. Cuando le bajo la persiana y le quito los zapatos se vuelve a poner como una furia y se va lanzada a la trona. Cuando intento atarla de nuevo, se pone rígida y como una fiera y se va de nuevo a la cama…..Al final coge su «tute» (chupe en lenguaje Irene) y su bebé y se queda en la cama dormida….Y así hasta las 16,30 horas…..Se levantó con su sonrisa habitual, merendó lo que iba a ser su comida y ya fue otra niña el resto de la tarde. El buen dormir hace milagros, jeje.Las rabietas son una forma de expresión normal de los niños entre el año y medio y los tres años. Los niños más tranquilos suelen tener menos que los más temperamentales, pero todos, tarde o temprano se expresarán montando un gran berrinche. Cuando llegan a la edad escolar, las rabietas se reducen porque el niño ya tiene otros medios para expresar su enfado. Entre el segundo y el tercer año de vida se afianza el sentimiento de identidad y empiezan a tener voluntad propia. Como los niños siguen siendo pequeños y dependientes a menudo se frustran por sus propias limitaciones y por la cantidad de cosas que los adultos les impedimos. El lenguaje es limitado, a veces no entienden todas las explicaciones y si las entienden muchas veces no les sirven de nada. Los adultos hemos aprendido con el tiempo a esperar. Los niños quieren que sus deseos se cumplan de forma inmediata y no saben esperar, tienen un sentido del tiempo y del futuro muy limitado. Las rabietas también son el reflejo de la crisis de oposición de esta edad (el famoso «no»).Una de las cosas que se puede hacer es intentar evitarlas. La fatiga, la sobreestimulación o enfrentar al niño a tareas muy complicadas son desencadenantes de las rabietas. En el momento de la rabieta lo más importante es el propio autocontrol. ¡Qué difícil puede ser controlar la propia rabia, sobre todo en según qué situaciones y lugares!. No es conveniente regañarles, pegarles o castigarles. El diálogo suele servir de poco en ese momento (hay que dejarlo para después). Tampoco habría que ceder si la rabieta es por una prohibición justificada. Si cedemos, el niño descubre que la rabieta es una forma de salirse con la suya y podemos perpetuarlas.Después del berrinche el niño necesita comprobar que le seguimos queriendo y se acercará en busca de afecto. Es importante acogerle y «olvidar» lo ocurrido, y posteriormente buscar la posibilidad de hablar sobre el tema.
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